...ese tiempo que a nosotros nos marchita y nos destruye
Las cosas hermosas, las obras de arte. Los objetos
sagrados sufren, como nosotros, los efectos imparables del paso del tiempo.
Desde el mismo instante en que su autor humano, consciente o no de su armonía
con el infinito, les pone punto final y las entrega al mundo, comienza para
ellas una vida que, a lo largo de los siglos, las acerca también a la vejez y a
la muerte. Sin embargo, ese tiempo que a nosotros nos marchita y nos destruye,
a ellas les confiere una nueva forma de belleza que la vejez humana no podría
siquiera soñar en alcanzar; por nada del mundo hubiera querido ver reconstruido
el Coliseo, con todos sus muros y gradas en perfecto estado, y no hubiera dado
nada por un Partenón pintado de colores chillones o una Victoria de Samotracia
con cabeza.
Profundamente absorta en mi trabajo, dejaba fluir de manera involuntaria estas ideas. …Estaba tan enfrascada en lo que hacía, que no
escuché los toques que el doctor William Baker, Secretario del Archivo, daba en
mi puerta [...]
El
último Catón
Matilde Asensi
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